sábado, 3 de noviembre de 2012

Lo malo si breve...

Después de ver la última entrega de James Bond - Skyfall -, justo a la salida del cine, oí una frase aislada de la conversación entre dos espectadores que comentaban la película. "Se cargan la película con lo poco que sale Bardem". De aquí saco en claro dos cuestiones:

1) Efectivamente, la creación de Bardem es espléndida y resulta un villano a la altura de Bond. Sin caer en lo paródico de tantos otros. Por supuesto, voy a obviar su, digamos, arriesgado corte de pelo. Y sí, sale poco en pantalla.

2) Ese buen hombre desconocía esa máxima del cine que consiste en que cuanto menos tiempo aparezca un malo en pantalla, más rotundidad tendrá.

A continuación, expongo tres ejemplos recientes en los que esta teoría se demuestra y un cuarto ejemplo que supone la excepción (un saludo al Langui).

Año 1991. El silencio de los corderos. Hannibal Lecter.
Anthony Hopkins da vida al único caníbal sibarita del que hay constancia fílmica. No es precisamente el malo principal de la película - dudoso honor que corresponde al bizarro Buffalo Bill -, pero sin duda roba toda la atención del espectador. Rostro imperturbable, ni un parpadeo y esa calma que aterroriza. Disfruta con la misma pasión de la música clásica que de la más pura casquería. Preguntado por cómo compuso tan brillante personaje, Hopkins comentó que para formar la voz y la actitud del doctor Lecter se valió de referentes tan variopintos como Katharine Hepburn, Truman Capote y Hal 900 (el ordenador inteligente de 2001, de Kubrick). Hannibal Lecter sólo aparece poco más de 15 minutos en pantalla.

"Me comí su hígado acompañado de habas y un buen Chianti"

Año 1995. Seven. John Doe. Este párrafo contiene detalles fundamentales del argumento.
Durante 117 de los 127 minutos que dura este magnífico thriller lluvioso, Morgan Freeman y Brad Pitt persiguen sin descanso a un psycho killer que asesina de forma fría y calculada según los pecados capitales. A falta de dos crímenes por cometer (envidia e ira), el asesino se entrega en comisaría. Se hace llamar John Doe (traducible como Don Nadie, Menganito...) y es interpretado por Kevin Spacey ante el asombro general. Su nombre no consta en los créditos por petición propia. En sólo 10 minutos en escena, Doe/Spacey logra estremecer con pasmosa tranquilidad al hablar de los motivos de sus escalofriantes asesinatos. Sólo 10 minutos. El final es de antología de la época contemporánea.

"Parece que la envidia es mi pecado"

Año 2008. El caballero oscuro. Joker o el Joker.
Dentro de esta obra maestra del cine de superhéroes, destaca sobremanera la presencia de la némesis de Batman: Joker. (Hablamos de cine, no de camisetas serigrafiadas)

N.B. Si están interesados en la mitología del hombre murciélago y su relación con el villano basado en El hombre que ríe, de Victor Hugo, no dejen de leer el cómic La broma asesina.

Cuando se estrena una película protagonizada por un icono cultural, véase Batman, no son pocos los grandes sabios que se aprestan a despellejar todo lo que encuentran a su paso. Así pasó con Joker. El referente previo de Jack Nicholson en Batman (1989, Tim Burton) había calado hondo. Incluso el propio actor de perenne y aviesa sonrisa comentaba que sólo él podía interpretar ese papel. Entonces llegó el estreno. Y el silencio. Y luego los aplausos en las salas de cine. Y después la rendida admiración de todo aquel al que le guste esto de las películas. El Joker de Heath Ledger es uno de los mejores villanos de la Historia del Cine. Alrededor de 20-25 minutos de anarquía y locura desaforada detrás de un maquillaje de clown. Uno incluso se posiciona por momentos a favor de ese asesino cruel.  Magnético, bestial, despiadado, genial.

"Ahora le veo la gracia, estoy siempre sonriendo"

La excepción confirmadora de esta regla la encontramos en la única película que dirigió el grandérrimo actor Charles Laughton: La noche del cazador (1955). Un cuento infantil de tono tenebroso y lúgubre. Decía Hitchcock - no precisamente el mejor amigo de Laughton - que una película es tan buena como su villano. Entonces hablamos de una obra maestra. Robert Mitchum daba vida a Harry Powell, el siniestro reverendo que lleva tatuadas las palabras odio y amor en sus nudillos. Es el protagonista absoluto de la película.  El dueño. El jefe. Sólo Robert Mitchum con su honda voz es capaz de atemorizar y provocar escalofríos cantando "Leaning on the everlasting arms". Película insustituible, Mitchum insustituible.

"Recordad que por sus frutos los conoceréis"







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