lunes, 29 de septiembre de 2014

No me gustas, Mia Farrow

Todos tenemos algún amigo que nos cae profundamente mal. Es algo científico. Quizá la nomenclatura "amigo" sea desproporcionada. Todos tenemos un conocido, ya sea amigo de amigo o cualquier otro subtipo, con el cual tenemos un contacto habitual por motivos indeterminados que nos cae profundamente mal. "Otra vez él/ella", piensas al entablar contacto visual en cada ocasión. Las malditas convenciones sociales te obligan a ser amable y cortés, pero es superior a tus fuerzas. Quizá sea el modo en el que se comporta, la ropa que lleva, una frase que usa como coletilla pretendiendo causar hilaridad y fracasando estrepitosamente cada vez. O incluso puede ser la cara que tiene que no hay quien la aguante. Son muchos factores los que pueden intervenir. A mí me pasa con Mia Farrow. 

Aquellos seres humanos vivos que me conocen saben de mis sentimientos por Woody Allen. Cuando la admiración se transfigura en devoción. Pero no es este el espacio en el que voy a hablar - otra vez - de esta figura trascendental en la cultura del siglo XXI. Voy a hablar de su relación con la señora Mia Farrow.

Ocurre que Woody Allen es mi director de cine favorito, por lo tanto he visto todas sus películas, de lo que se puede deducir que he visto las 13 películas en las que apareció Mia Farrow. Pues bien, me apasiona Woody Allen, pero no aguanto a Mia Farrow. No es nada específico, ni probablemente personal. Es que no me gusta su cara. No me gusta su cara cuando era joven, ahora que parece una bibliotecaria solterona con no menos de 10 gatos me produce una particular fatiga. No puedo negar que su particular batalla personal con mi amigo Woody condicione en parte este sentimiento. Respecto a este espinoso asunto me veo en la obligación de realizar dos puntualizaciones:

1) Contrariamente a lo que se cree, Soon-Yi Previn, la actual mujer de Woody, no era legalmente su hija. Era la hija adoptada de su pareja, la señora Mia Farrow. Más allá, Allen y Farrow nunca compartieron residencia. Por lo tanto, si bien podemos coincidir en que no está bonito cepillarte a la hija de 22 años de tu novia, definitivamente debemos desterrar el concepto incesto propiamente dicho. ¿Traición? Hombre, pues sí, pero, ¿quién empezó?

2) En el año 87 (recordemos que la infidelidad salió a la luz en el 92) nació Ronan, único hijo biológico de la pareja. Pongan en google "Ronan Farrow Frank Sinatra" y saquen sus propias conclusiones.

 Sigamos. No trago a esta señora, pero la vida es tan así que resulta que la etapa favorita de mi director favorito está protagonizada por completo por ella. Es una situación compleja, espinosa; una jodienda. Es como si si quisieras mucho a tu novia pero no pudieras obviar que tiene la oreja derecha del tamaño de la de un señorde Ciudad Real de 81 años. Algo no termina de cuadrar. Esto es algo muy personal, lo sé, pero no deja de ser una faena.

Como apuntaba antes, esta actriz protagonizó buena parte de la filmografía del director de gafas. Desde Comedia sexual de una noche de verano (1982) hasta Maridos y mujeres (1992). Son 10 años, son 13 películas. Y siempre su cara. Hablamos de una etapa en la que hay películas fundamentales para entender su universo, algunas de ellas obras de arte sin paliativos. Pero es que sale su cara y no lo puedo remediar; me cae mal. En ningún caso pongo pega alguna a los personajes que interpreta o cómo los interpreta, cuidado con eso.

Es decir, es convincente como nexo aparentemente sólido que se aja en Hanna y sus hermanas, francamente divertida en Broadway Danny Rose o emocional y reveladora en September, por citar sólo algunos ejemplos. Pero es superior a mis fuerzas. Afortunadamente para mí y para el común de personas con gusto cinematográfico, la carera de Woody prosiguió magnífica después de la separación, escándalo con Soon-Yi incluído, con brillanteces como Balas sobre Broadway, Desmontando a Harry o Poderosa Afrodita, entre otras. También hubo medianías, pero todo hater que se precie debe afrontar que una medianía de Woody Allen es una buena película para la gran mayoría de directores. El caso es que la vida siguió igual, excepto para la señora Farrow que decidió instalarse en un semi retiro exceptuando su participación en grandes películas de nuestro tiempocomo Arthur y los Minimoys. Progresivamente fue albergando más odio hacia su ex pareja y envenenando a su progenie en contra del nuevo novio de su hermana con lamentables resultados futuros como la inventada y bochornosa acusación de abuso sexual de sus hijas hacia Woody. Un amor de mujer.

Este es el impedimento al que me enfrento cada vez que revisito cualquier película de Woody Allen. El impedimento es su rostro. Es un drama importante que se sublima de forma bizarra, casi kafkiana. Una pesadilla muy real, un horror continuado y tortuoso. Una putada,en definitiva.  Una de mis 10 películas favoritas de todos los tiempos es La Rosa Púrpura del Cairo. Sí, dirigida por Woody Allen. ¿Cómo? Ah, sí, por supuesto pertenece a esa etapa comprendida entre 1982 y 1992. Claro que sí, amigos, la protagonista es Mia Farrow.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Matemáticas y Shakira: Historia de un desencuentro

No seré yo el que critique la presencia de las matemáticas en la educación básica. Porque, seamos serios, ¿a quién no le ha solventado alguna vez la papeleta en la vida real saber realizar correctamente una raíz cuadrada? ¿Quién no resuelve sistemas de ecuaciones complejos cuando el aburrimiento llega  y dice Hola, qué tal? A pesar de la utilidad aplastante de la propiedad conmutativa en la vida amorosa o del mínimo común multiplo en general, nunca fui un gran amante de los números. Podríamos decir incluso que durante mi época estudiantil elemental era un conocido de vista de las matemáticas. Un "vamos a llevarnos bien" de libro. No con pocas dificultades fui aprobando la asignatura a lo largo de aquellos años. Pero, efectivamente, con casi nula vocación. La asignatura para mí era un Elche-Córdoba; aburrida, complicada de ver, fatigosa. Hasta que llegaron los logaritmos. No diré que me gustaba hacer logaritmos porque entraríamos en una filia muy bizarra, pero se me daban sorpresivamente bien. Los solventaba con facilidad. Había cierta satisfacción absurda en ello. La chispa comenzaba a surgir, pero algo pasó. Un factor externo y repentino puso fin este breve espejismo de amor y números.

La historia que voy a narrar a continuación tiene un protagonista accidental que puede que lea esto y haga que se sienta mal de algún modo, así que optaremos por mencionarle como Constantinopla. Bien, el caso es que Constantinopla y servidor formamos pareja eventual para realizar un trabajo de estadística. No recuerdo el tema exacto. Para realizar dicho trabajo Constantinopla puso a mi disposición su hogar, así que fui. Una habitación, dos sillas, un ordenador. Todo conforme. Justo antes de empezar a entrar en materia, decidimos amenizar el rabajo con música, concretamente con el éxito del momento: Hips don't lie, Shakira feat Wyclef. Sí, amigos. El pasado siempre vuelve. Son muchos los comentarios al respecto que se me ocurren, pero para flagelarse en público siempre hay tiempo. Comenzó a sonar la canción, comenzamos a elaborar el trabajo. Una vez finalizó el último acorde comprobé con gozo que volvía a empezar. Cuando llegó al triplete de reproducciones asimilé que Constantinopla había fijado el bucle como sistema. Seguimos trabajando un rato más, pero la canción comenzaba a hacerse áspera al oído. Una vez afianzada en ese estado, empezó a sonar en mi cabeza como un atasco en hora punta. Después como una actuación particularmente desafinada de Yoko Ono. Un rato más tarde como una cabra que se atraganta (quizá estas dos últimas referencias sean el mismo sonido) de forma violenta. Y así...

TRES HORAS. 180 minutos tardamos en realizar el trabajo. 180 minutos de dolor, de odio que se acumulaba, de rencor. Aquello pasó factura. Desde entonces mi relación con las matemática y Shakira no es la misma. Y no quiero ser cruel con Wyclef, pero si bien no le deseo la muerte, tampoco sería desproporcionado que estuviera siempre con gripe.